Fabio Javier ECHARRI
Pablo Bernabé De Arriortúa fue hijo de Antonio de Arriortua y Micaela Viña. Nació en un pequeño poblado llamado Ibarruri, en la provincia de Bizkaia, Euskadi, el 11 de junio de 1890, y fue anotado en Muxica, el ayuntamiento más cercano a su pueblo natal. Sus hermanos fueron Petra, María Juana y José.
Fue hijo del segundo matrimonio de su padre. Éste, al casarse ya mayor con una mujer a quién le llevaba muchos años, le pidió a su hermano que en caso de fallecer, se casara con quien fuera su esposa para cuidar de sus hijos. Esto finalmente sucedió, entonces Pablo Bernabé fue criado por su hermana mayor, que emigró a México, y a quién recordó durante toda su vida al despedirse en el puerto de Bilbao para no verla nunca más.
Ibarruri se ubica a 32 kilómetros al este de Bilbao, en la margen del río Oka, entre montañas que llegan a poco más de 600 metros de altura, y cuenta con una treintena de habitantes. Desde 1965 pertenece a Muxica, y está incluido en el plan comarcal de Gernika-Bermeo, y cuya población asciende al millar y medio aproximadamente. Allí se encuentra la ermita de San Pedro y San Pablo que data del los siglos XV y XVI, y que es uno de los templos más importante de estilo gótico más importante de Bizkaia.
En su caserío se dedicaban a tareas rurales, pero en tiempos difíciles se hacía necesario buscar trabajo para ayudar a la familia. Fue así como Pablo Bernabé se dirigió, siendo muy joven, a la ciudad de Eibar, conocida en todo el mundo por sus fábricas de armas y la calidad de su producción. En la ciudad, a unos 30 kilómetros de Ibarruri y ya en la provincia de Gipuzkoa, encontró trabajo. Allí se ganó el sustento entre 1909 y 1910, y siempre guardó gratos recuerdos de esta etapa de su vida.
Pablo Bernabé De Arriortúa —sentado, segundo desde la izquierda— junto a sus compañeros de trabajo en una armería de Eibar.
La familia era numerosa y la chacra familiar, a pesar del esfuerzo de todos, apenas alcanzaba para subsistir. A esto había que sumarle que las perspectivas de trabajo no eran buenas, pues en las fábricas se alternaban períodos buenos con malas épocas.
Fue así que su espíritu de aventura y las condiciones que se ofrecían en Argentina para los extranjeros a principios del siglo XX, lo conminó a tomar un barco en el puerto de Bilbao y recalar en Buenos Aires.
Tenía apenas 18 años, y junto con su hermano José emprendieron el viaje, a un país desconocido, del cual apenas tenían referencias, y hablando poco y nada el castellano, pues su lengua materna era el euskera. Llegaron al puerto más grande de Argentina el 24 de febrero de 1911, y debieron pasar, como todos los arribados a estas tierras, por la Oficina de Migraciones y el Hotel de Inmigrantes. Se quedaron un tiempo en la gran ciudad para encontrar alternativas de trabajo.
Al poco tiempo, y dado que en el interior se requería mano de obra en el campo, Pablo Bernabé se dirigió a la localidad de Rufino, situada en el límite tripartito de las provincias de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. Allí conoció a quien sería su esposa, una compatriota navarra llamada Juana Irurtia. Se casaron el 12 de diciembre de 1914 y tuvieron nueve hijos.
La búsqueda de trabajo y mejores condiciones para la familia, lo obligó a buscar nuevos horizontes. Vivió en General Arenales y en Junín. En esta última ciudad administró un hotel cercano a la estación del ferrocarril, muy activo por ese entonces, en el cual brindaba alojamiento y comida a la gran cantidad de trabajadores que se movían por el pujante interior de la provincia de Buenos Aires.
Sin embargo, sus expectativas estaban puestas en el trabajo agrario. Fue así que, merced a la política de tierras que se llevara a cabo durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, pudo adquirir a largo plazo, una parcela en el entonces Territorio Nacional del Chaco, en la colonia Santa Lucía, cercana a la localidad de Pampa del Infierno. Con los ahorros obtenidos durante años y la venta de algunos bienes personales, compró animales e implementos agrícolas para trabajar.
Pampa del Infierno se ubica a 250 kilómetros al oeste de la ciudad de Resistencia. La población se originó en 1924 cuando el gobierno nacional promovió el asentamiento de una veintena de familias para que se dedicaran a cultivar la tierra. Ese mismo año llegó la familia De Arriortúa, y tres años más tarde quedó fundada la colonia agrícola con una superficie de 54 mil hectáreas.
En esa época, el Territorio Nacional del Chaco contaba con poco más de 60 mil habitantes según el censo de 1920, y la punta de rieles que uniría las localidades de Barranqueras en Chaco y Metán en Salta, había llegado en 1914 hasta Avia Terai. De esta forma, los 50 kilómetros de distancia hasta el destino final, hubo que hacerlos en carros, caballos y a pie, en un tiempo en que el monte y los pastizales cubrían casi todo el terreno chaqueño, y atravesarlo en un clima distinto al cual estaban acostumbrados, no era tarea sencilla. Una vez arribados al lugar, hubo que limpiar el terreno y construir la casa desde los cimientos.
La vida fue muy difícil en los comienzos. Además de soportar el tórrido clima, había que abrir caminos, talar el monte, arar la tierra, construir corrales y encontrar agua para los hombres y animales. Y a la familia De Arriortúa no le resultó nada fácil la permanencia en el interior del Chaco y muchos animales murieron. Aun así, continuaron con la cría de aves y cerdos para consumo propio, y se plantaron hortalizas, verduras y árboles frutales. Y cuando había la necesidad de proveerse de algo que no tenían, había que viajar hasta Campo Largo, distante unos 60 kilómetros, en una travesía difícil que demandaba toda la noche para estar a la mañana en el pueblo, y tomarse el resto del día para regresar.
Por otra parte, la imposibilidad de enviar a sus hijos a una escuela, hizo que los padres cumplieran la tarea de enseñar a las primeras letras a los hijos. Y cuando éstos crecieron, Pablo Bernabé les dejó el campo para que lo trabajen y fue a vivir a Pampa del Infierno, donde puso un almacén de ramos generales y lo atendía junto con su mujer y uno de sus hijos.
Sin embargo, el campo no era lo suficientemente grande como para que diera ganancias a todos los hijos, de tal forma que algunos de ellos fueron a trabajar a los obrajes de la provincia de Santiago del Estero, cuya frontera comenzaba a unos 100 kilómetros al oeste del pueblo.
Sebastián de Arriortúa nació en el campo, cerca de Pampa del Infierno, en una época en la que las mujeres aun eran atendidas durante el parto en sus casas, por algún familiar o matrona vecina.
Su padre, Pablo Guillermo, se había casado con la hija de un siciliano, también inmigrante en el Chaco, Anunziata Castello, que vivía en el pueblo. Tuvieron dos hijas más: Juana Josefa —que con el tiempo sería docente— y Lucía Noemí —que se dedicaría junto con su esposo a la actividad agrícola ganadera—. Él fue uno de los hermanos De Arriortúa que tuvo que irse a buscar trabajo a Santiago del Estero, de donde debió volver en 1958 para que los hijos pudieran estudiar, estableciéndose definitivamente en Concepción del Bermejo, a unos 25 kilómetros al Sudeste de Pampa del Infierno. Allí formó una sociedad con otros hermanos y compraron un campo para dedicarse al obraje, sumando luego la agricultura y cría de animales.
Mientras vivían en Santiago del Estero, Sebastián vino a vivir con sus abuelos, pues el niño debía estudiar. Allí pasó tres años seguidos, y fue cuando se le transmitió la conciencia identitaria del ser vasco, con los relatos de sus progenitores, los recuerdos permanentes a la familia y la tierra, los valores del pueblo pirenaico, las anécdotas familiares, el hablar euskera en la casa. Y fue en una etapa en la cual las vivencias quedan grabadas a fuego para toda la vida.
El matrimonio vasco vivió en Pampa del Infierno hasta 1966, cuando ya mayores, sus hijos adquieren para ellos una casa en Presidencia Roque Sáenz Peña, la segunda ciudad del Chaco, y se retiran de la actividad laboral. Esa vivienda también se convirtió en la de los nietos que venían a terminar sus estudios secundarios. Y allí estuvieron hasta su muerte. Juana Irurtia falleció en 1968, y Pablo Bernabé en 1981. Ninguno de los dos volvió jamás a visitar su tierra y a la familia.
Sebastián terminó el secundario y viajó a Resistencia para continuar estudiando Ciencias Económicas, egresando como Contador Público Nacional. Sin embargo, la vida en la ciudad no lo atraía tanto como el campo, por lo que nunca abandonó esta actividad. Es así que, luego del fallecimiento de su padre acaecido en 1982, decidieron con sus hermanas no dividir la propiedad heredada en Concepción del Bermejo y continuar con la explotación de la tierra.
Se casó con Ana María López Giraudo, y tuvo tres hijos: Pablo Nicolás, María Paula y Pablo Guillermo.
Pablo Bernabé De Arriortúa, su esposa Juana Irurtia, su hijo Pablo Guillermo y su esposa Anunziata Castello, y sus nietos Juana, Sebastián y Lucía.
Los dos hijos varones de Sebastián llevan el nombre de su abuelo: Pablo. No es casual. La impronta que dejó en su vida su abuelo, natural de Ibarruri, Bizkaia, ha sido muy fuerte. Y fuerte en todo sentido: en el amor a la tierra de sus mayores, en reconocerse de origen vasco y reafirmar su identidad, en querer a la Argentina y al Chaco que le brindaron oportunidades de trabajo y progreso. Y demuestra su orgullo al hablar de sus hijos, herederos de una tradición familiar que lleva 4 generaciones de vasco-argentinos dedicándose a producir la tierra.
Por eso, apostando al futuro sin olvidar sus orígenes, su campo en Concepción del Bermejo se llama ‘La posta de los vascos’, y allí desarrolla una explotación agrícola, ganadera y forestal.
Esta última actividad merece especial atención y vale la pena mencionarla. Ya en 1981 se interesó por la forestación. Con un trabajo de prueba y error, comenzó plantando eucaliptus y gravilea sin éxito. Pero en 1993 decidió ingresar a un programa provincial de Manejo de Bosques y plantó 15 hectáreas de una especie local y en peligro por la excesiva explotación de su madera: el algarrobo. Con algunas dificultades al principio, Sebastián no cejó en su empeño y apostó más fuerte.
Amplió la superficie a plantar con un rendimiento de 625 árboles por hectárea. Llegó a 182 hectáreas con algarrobos, a una apuesta a 25 años. Y esto es loable, en un país donde las inversiones pretenden que los resultados sean a corto plazo. Pero al mismo tiempo, las podas realizadas luego de una década se comercializaron como leña, y en la superficie forestada se sembraron pasturas para alimento del ganado, lo que indica que es factible el aprovechamiento del sitio durante el crecimiento de los árboles.
‘La posta de los vascos’, merced al esfuerzo de la familia De Arriortúa, y a una concepción ambientalista que pretende aportar al monte chaqueño lo que se le ha quitado por décadas, es un ejemplo nacional e internacional de cómo se puede producir cuidando la naturaleza.
Trabajando de sol a sol, apostando al futuro, transmitiendo los valores que le supieron transmitir a él sus abuelos vascos cuando era un niño y los escuchaba a hablar en euskera, Sebastián sigue firme y con tenacidad un trabajo que se presenta duro, pero con la satisfacción de saber que sus hijos le dan continuidad a la idea de su abuelo Pablo Bernabé que regó de sudor y sangre el campo chaqueño.
Bibliografía y fuentes:
1- DE ARRIORTÚA, Sebastián. Testimonio personal.
2- DIARIO NORTE. La Posta de Los Vascos, pionera en forestación con algarrobo. 17 de marzo de 2009.
3- http://inta.gob.ar
4- http://www.euskomedia.org/
5- http://www.muxikakoudala.com/
6- SAMMARTINO, Félix. Algarrobo: sombra, madera y carne.
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